En un mundo donde todas las furgonetas y vehículos comerciales ligeros de hasta 3.500 kilos en España fueran eléctricos, los efectos sobre la sociedad, la economía y el medio ambiente serían profundos. Este cambio, impulsado por la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y combatir la contaminación urbana, alteraría la dinámica del transporte, la logística y las ciudades de manera radical. Es lo que nos hemos imaginado si todos las furgonetas y vehículos comerciales ligeros de nuestro país fueran un día, eléctricos, puesto que ya muchas marcas tienen en su oferta de productos vehículos electrificados al cien por cien.

Hay que tener en cuenta la importancia significativa tanto en términos económicos como en su impacto en la industria automovilística y la logística. Esto es, que en 2024 las matriculaciones de este tipo de vehículos experimentaron un crecimiento del 17,6% solo en enero enero, alcanzando las 11.134 unidades. Este segmento es crucial para empresas y autónomos, representando una parte esencial del transporte y la logística en el país. Y es que, actualmente, todo el sector del automóvil, contando el de vehículos comerciales ligeros, representa alrededor del 10% del PIB de España. Eso significa también generación de empleo y exportación.

Los vehículos comerciales ligeros constituyen actualmente aproximadamente el quince por ciento de las ventas total de vehículos en España. Tanto, que se espera que este mercado crezca a una tasa actual del 9,7% hasta 2029. En ese crecimiento se refleja una fuerte transición hacía vehículos más sostenibles, como híbridos enchufables y eléctricos, incluso a pesar de los desafíos en infraestructuras.

DE PRIMERAS, UN GRAN IMPACTO MEDIOAMBIENTAL

Es por eso que no hemos preguntado cómo sería un panorama de solo vehículos comerciales ligeros en España, un parque total, que comprendiera solo vehículos eléctricos, poniendo énfasis sobre aspectos claves. El cambio a furgonetas eléctricas significaría una reducción drástica de las emisiones de CO₂ generadas por el sector del transporte. Según datos de 2023, los vehículos comerciales ligeros representan una parte significativa de las emisiones urbanas debido a su uso intensivo, especialmente en sectores como la logística de última milla. Si todas estas unidades fueran eléctricas, las emisiones de dióxido de carbono asociadas a este tipo de transporte se reducirían prácticamente a cero durante su uso, eliminando miles de toneladas de gases contaminantes al año.

Además, la contaminación acústica también disminuiría. Las furgonetas eléctricas, al ser significativamente más silenciosas que las de combustión, transformarían el ambiente en los núcleos urbanos. Ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia verían calles más tranquilas, mejorando la calidad de vida de los ciudadanos.Vaya, que en principio sería estupendo… y totalmente viable.

LA TRANSFORMACIÓN DE LA INFRAESTRUCTURA

La electrificación completa del transporte ligero requeriría una red de infraestructuras masiva y eficiente (más empleo, más trabajo). España tendría que multiplicar sus puntos de recarga eléctrica, especialmente en áreas urbanas e industriales donde la demanda de estos vehículos es más alta. Esto implicaría una inversión en estaciones de carga rápida, capaces de reponer la energía de una furgoneta en menos de 30 minutos, así como en estaciones de carga en polígonos industriales y almacenes logísticos. Ya hay lugares así, pero se necesitarían muchísimas más, no siendo para nada imposible.

Las empresas también se adaptarían para incorporar estaciones de carga en sus sedes, permitiendo recargar las furgonetas durante la noche o en períodos de menor actividad. A largo plazo, esto generaría un cambio en la rutina operativa de las empresas, obligándolas a optimizar las rutas para maximizar la eficiencia de las baterías. Otro aspecto muy positivo, sin duda.

LA RELACIÓN ENTRE LA ECONOMÍA Y EL MERCADO LABORAL

La transición hacia las furgonetas eléctricas abriría nuevas oportunidades económicas y laborales. La producción, mantenimiento e instalación de infraestructuras de carga generarían miles de empleos. Además, se desarrollarían servicios especializados en la reparación y el mantenimiento de vehículos eléctricos, que presentan diferencias significativas respecto a los vehículos de combustión interna. Esa transición, a priori, no destruirá los empleos de la industria de motores térmicos porque también supondría una transición.

En paralelo, surgirían nuevos retos, como la gestión del reciclaje y la reutilización de las baterías de los vehículos. España podría posicionarse como un líder en la economía circular del litio, apostando por plantas de reciclaje avanzadas. Es decir, se crearían nuevas oportunidades de negocio.

EL IMPACTO EN LAS EMPRESAS Y LA LOGÍSTICA

El cambio hacia furgonetas eléctricas también tendría un impacto directo en las empresas de transporte y logística. Si bien el coste inicial de adquisición de una furgoneta eléctrica es más elevado que el de un vehículo de combustión, los gastos operativos son considerablemente menores gracias al menor coste de la electricidad frente al combustible y al reducido mantenimiento (además de aparcamiento más baratos o gratis, etc.). Esto permitiría a las empresas ahorrar a largo plazo a pesar de los retos iniciales de inversión.

Además, muchas grandes ciudades de España ya imponen restricciones a los vehículos contaminantes. Tener una flota eléctrica permitiría, ya lo hacen, a las empresas operar sin restricciones en zonas de bajas emisiones como Madrid Central o la Zona de Bajas Emisiones de Barcelona, evitando multas y mejorando su reputación como negocios sostenibles. Todo son ventajas.

UN FUTURO URBANO INMEDIATO, UN NUEVO ESCENARIO

Las calles de España cambiarían radicalmente en un escenario de total electrificación. Las zonas urbanas ganarían espacios más habitables y saludables, al reducirse tanto la contaminación del aire como la acústica. En este contexto, las ciudades podrían aprovechar esta transformación para fomentar el desarrollo de áreas peatonales, zonas verdes y entornos más sostenibles.

Sin embargo, este futuro no estaría exento de desafíos. La dependencia de materiales como el litio y el cobalto para las baterías plantea problemas relacionados con su extracción y disponibilidad. Además, la gestión de la red eléctrica sería crucial, especialmente durante picos de demanda. De hecho, ya hay muchos modelos eléctricos en todos los ámbitos.

El sueño de una España con todas sus furgonetas eléctricas no es utópico, sino una posibilidad cada vez más tangible. Con una política sólida que combine incentivos para la transición, inversiones en infraestructuras y un compromiso empresarial, esta visión puede hacerse realidad en las próximas décadas. Este cambio no solo beneficiaría al medio ambiente, sino que también marcaría el inicio de una nueva era para el transporte sostenible y la movilidad urbana.